Rechazada por la censura hasta en tres ocasiones (1), el rodaje de La vaquilla, la obra que surgió del maridaje de dos genios como Luis García Berlanga y Rafael Azcona, se postergó hasta una fecha tan tardía como 1984, y quizás fuese mejor así porque la película es obvio que no hubiese sido la misma, ni siquiera parecida. Luis González cita una frase del personaje interpretado por Alan Alda en el filme de Woody Allen Delitos y faltas (Misdemanors, 1989) que, haciendo referencia al asesinato de Abraham Lincoln, insiste en aquello de que los acontecimientos traumáticos no pueden tomarse a broma (2), y ya sabemos que con la maquinaria represiva bromas las justas –y menos si de la Guerra Civil se trata–, pero Berlanga perseveraba con la insistencia de quien persigue un sueño y la tenacidad de aquellos que marcan la diferencia, si bien no pocos de sus proyectos se quedaron en el tintero. Por ello, se trataba de un filme muy querido para el director valenciano que se beneficia de ver la luz cuando la democracia ha llegado a España y la perspectiva con la que se aborda la producción es totalmente diferente, resultando más fácil hacer ese retrato de un conflicto en el que unos y otros se reparten responsabilidades a partes iguales hasta matar a la vaquilla, que es una alegoría de España.
Una película que, como todas las obras humanas, es hija de su tiempo y que no puede sustraerse del contexto político de principios de los 80 del pasado siglo, con todos sus equilibrios forzados fruto del miedo real a un nuevo golpe de estado que llevó a reprimir la memoria de la Guerra Civil en un momento en que ni siquiera este concepto se había desarrollado. Tampoco podemos obviar que si esta propuesta desde el cine en el que el humor sirve para todo, hasta para hablar de una contienda cuyas heridas aún no se han cerrado, puede parecer cándida a los ojos del espectador del siglo XXI, no lo fue para nada entonces, ya que se mostraba como un recurso claramente subversivo y destructor, como señala acertadamente Luis González (3).
Por todo ello, en la Asociación Sancho de Beurko éramos conscientes del poder de seducción de La vaquilla y habíamos esperado ansiosamente a la llegada del centenario del nacimiento de Luis García Berlanga para acercanos a Sos del Rey Católico, donde se rodó la película, a rendir nuestro particular homenaje sirviéndonos de las herramientas de la recreación histórica, por lo que solicitamos la colaboración del grupo “Primera Línea” para componer media docena de personajes y explorar la posibilidad de proyectar esta memoria desde la propia localidad zaragozana hacia un público que ama este filme, asumiendo el reto de imbuirnos del humor de sus personajes como mejor modo de conseguir los fines propuestos e interaccionando con la gente en aquellas calles cargadas de tanta significación para todos los aficionados.
Y es que el rodaje se prolongó cerca de tres meses “aquel verano del 84” –parafraseando el título de la charla que dio este año durante los actos del centenario el cineasta aragonés Luis Alegre– e implicó a buena parte de los vecinos, que hicieron de extras. El propio Berlanga –que vivió allí seis meses para estudiar de primera mano los posibles escenarios, como le dijeron recientemente a nuestra compañera María Nogueras durante una entrevista para su tesis doctoral basada en la etnografía (4)–, dejó una poderosa impronta entre los vecinos, que se hicieron muchas fotografías con aquel elenco actoral lleno de estrellas. Con un presupuesto de 250 millones de pesetas fue por un tiempo la producción más cara del cine español y se estrenó en Zaragoza el 28 de febrero de 1985. Desde entonces, Sos siempre ha estado vinculada a la película; en 2010 se celebró allí el 25.º aniversario con la presencia de numerosos actores y actrices de La vaquilla y este año, en que se conmemora el nacimiento de su director, se han realizado diversas actividades durante el pasado mes de junio, incluyendo un photocall, charlas, una comida de temática berlanguiana, un scape room, una proyección de la película y se ha creado incluso la marca “Sos de cine” (5).
Recreación histórica y memoria de La vaquilla
La recreación histórica puede poner en valor el patrimonio material (por ej., las fortificaciones de la Guerra Civil) (6) y también el inmaterial, conmemorando determinados aniversarios que no son cubiertos por los medios de comunicación, favoreciendo la resiliencia con la que se construye nuestra memoria, como ha pasado este verano con el 80.ª Aniversario de la batalla de Carelia, en la que estuvieron implicados más de 70 niños de la guerra española. El patrimonio inmaterial, que trata de las huellas o vestigios del pasado, reside en la identidad de la población y hemos podido constatar con nuestra reciente visita a Sos del Rey Católico testando la reacción de la gente ante los recreadores –además de por las conversaciones que hemos tenido con personas como la alcaldesa María José Navarro Lafita, el presidente de la Asociación de Empresarios Turísticos Felipe Díaz Cano o el simpático vendedor de la ONCE, Julio Ezquerra Begueria– que se ha creado en la localidad una suerte de ideario ficticio a través de La vaquilla, una memoria colectiva que, en cierto sentido, se ha solapado con la propia de la Guerra Civil –que no olvidemos, fue traumática para la mayor parte de las personas que la vivieron, en un bando u otro– hasta el punto de que el pueblo, como nos dice Nogueras, “identifica esta película como suya y los testimonios recogidos son siempre positivos, ya que no debemos olvidar que a principios de los años 80 la guerra era bastante tabú y podía haber alterado el comportamiento en forma de rechazo de la población local, pero no fue así”, lo que constituye a nuestro modo de ver el verdadero hecho diferencial de esta bella localidad zaragozana, que se asocia desde entonces al cine. Además, el recuerdo del rodaje, en el que todo el pueblo tomó parte –incluyendo también a gente del resto de la comarca de las Cinco Villas–, es muy positivo y no suscita controversias ni sociales ni políticas, como sucede en tantas ocasiones al hablar de memoria (7).
Ese rizar el rizo de hacer una recreación de algo que ya era una ficción (hablamos de una película, que jamás tuvo pretensiones historicistas, aunque presenta una escenografía y ambientación cuidadas y ha madurado hasta convertirse en un clásico) se nos aparece como una suerte de sublimación del legado del director valenciano, para quien el cine era un “arte fugaz [que] da eternidad a lo efímero”, aunque parta de lo irreflexivo, de lo irracional, como un sueño que le surgiese a trompicones (8) sin más metodología que la creatividad de un artista que se reía de todo y de todos, retratando a unos personajes a los que daría vida el guion de Rafael Azcona, que también hacía lo propio en eso de reírse, como dijo Pablo Daniel Sansalone (9). Es como si nuestra propuesta fuese otro esperpento más de ese retrato que Berlanga hace de la sociedad española de su época, tan absurdo y contradictorio como se quiera, en el que la recreación histórica puede encajar perfectamente, favoreciendo, desde lo visual, esa resiliencia de la que hablamos, que no es otra que la permanencia de un recuerdo de un hecho ficticio del que ya han pasado 36/37 años (la película) y que nos proyecta a un recuerdo de un hecho real y absolutamente traumático para la identidad colectiva de un pueblo y del que han pasado 85 años (la Guerra Civil).
Por ello, representar una película como La vaquilla creemos que va más allá de lo lúdico y divulgativo con lo que se suele identificar a la recreación histórica que se realiza en el espacio público, ya que, como venimos sosteniendo tiempo atrás, se trata de un medio para conseguir un fin (no un fin en sí mismo del hecho de recrear, donde la reconstrucción comienza y acaba con la mera representación pública) (10). Si esta película ya era un relato ficticio con todos los tópicos de la contienda –un cine que, a diferencia de lo que la gente se cree con el tan manido “¡otra película más de la Guerra Civil”, no está representado por tantas producciones (11)–, el sentimiento de los vecinos de Sos es muy real y, como hemos dicho, ha pervivido en el tiempo. Hacen bueno el teorema de Thomas, “si las personas definen las situaciones como reales, estas son reales en sus consecuencias” (12).
Componiendo los personajes en los escenarios de La vaquilla
La sesión de fotos tuvo lugar el sábado 9 de octubre de 2021 coincidiendo con el puente de la Hispanidad y se caracterizó por el ambiente de fiesta, lo que hizo más fácil dejarse llevar por ese histrionismo, tan característico del universo berlanguiano y más en esta película con interpretaciones como las de Alfredo Landa, José Sacristán, Willy Montesinos, Santiago Ramos, Carles Velat y Amparo Soler Leal (a quienes representaban los recreadores) con diálogos surrealistas y absurdos que retratan a los personajes como verdaderos idiotas sin serlo, mientras que el tonto del pueblo es, con mucha diferencia, el más listo. Esta y otras paradojas del universo berlanguiano y diversas frases del guion de Azcona, que estuvieron presentes en boca de todos según la ocasión, la estupenda relación entre las asociaciones Sancho de Beurko y Primera Línea y el hecho de que todos fuésemos fanáticos de la película, hicieron que la jornada fuese muy divertida. Según recorríamos los escenarios más reconocibles –previamente seleccionados antes de llegar a Sos, aunque allí surgieron otros– tuvimos ocasión de tratar con varios vecinos de la localidad que nos transmitieron vivamente sus experiencias durante el rodaje de 1984, mientras que los visitantes se mostraban gratamente sorprendidos y fueron muchos los que se fotografiaron con los recreadores. Se trata de un turismo vinculado a la cultura que visita la localidad por su enorme patrimonio y la belleza de su casco histórico por lo que la experiencia fue muy agradable y positiva.
Los escenarios elegidos fueron la iglesia de San Esteban, las inmediaciones del portal de la Reina, las calles Ejército, Meca, Pons Sorolla y otras, pero también recorrimos el espacio dedicado a La vaquilla en la casa natal de Fernando El Católico con la alcaldesa como anfitriona y el itinerario con sus doce sillas de bronce personalizadas con los actores y la estatua de Berlanga. El hilo conductor de toda la escenografía era, obviamente, la película, pero es importante reseñar que solamente la parte que concierne al casco urbano de la Villa, mucho más fácil que el campo por ser perfectamente reconocibles para nosotros las localizaciones, observando in situ detalles de atrezo que aún pueden verse con poco esfuerzo y que no desvelaremos para que todo aquel que quiera desplazarse hasta esta bonita localidad zaragozana disfrute su propio viaje y sensaciones.
De la fotografía se encargó uno de los más reconocidos fotógrafos del mundo de la recreación histórica, Valischka, que nos honra con su amistad y apoyo y a quien confiamos la tarea de convertir las imágenes en fotogramas. Un servidor, a modo de improvisado ayudante de dirección, se encargó de planificar aquellas escenas que podían reproducirse con los medios desplazados hasta allí y los recreadores disponibles, un total de seis, que hicieron un trabajo muy meritorio para componer los personajes de la película, claro está dentro de nuestras posibilidades. Toda recreación –aunque parezca una perogrullada, no lo es por cuanto constantemente surgen desencuentros en redes sociales por cuestiones relacionadas con el rigor (13)– es una reinterpretación de la realidad y, por lo tanto, siempre aporta elementos nuevos, por lo que en este caso se renunció expresamente a componer un fotograma exacto al original, lo que hubiera sido imposible, además de enormemente frustrante para el equipo porque se trata de actores que son iconos irrepetibles y que no se pueden imitar de ningún modo, además de que algunos ni siquiera están ya entre nosotros, como Landa, Velat y Soler Leal, y queríamos ser muy respetuosos con su memoria. Esa libertad permitió a cada cual interaccionar libremente con el homenajeado –pues se trata de eso simplemente, un modesto homenaje– y liberó tensiones que no hubieran aportado nada al proceso creativo que cada recreador tiene que hacer. El formato elegido para divulgar todo este proceso juntando los fotogramas con las imágenes de Valishka recuerda a los fotocromos o lobbycards que se veían en los vestíbulos de los cines.
No quisiera terminar estas líneas sin agradecer su esfuerzo a Javier Morón (que recreó a Santiago Ramos), María Nogueras (Amparo Soler Leal), Eneko Tabernilla (José Sacristán), Eder Artal (Carles Velat), Egoitz Ereño (Alfredo Landa) y Mikel León (Guillermo Montesinos), mientras que Ana Belén Moliner nos ayudó en todo. También ha sido muy importante la ayuda de Loli Ibáñez, bibliotecaria de Sos y regente de La ruta del tiempo, y la de Julio Ezquerra, el simpático vendedor de la ONCE. Y como no queremos despertar del sueño de Berlanga, al igual que él, también queremos agradecer “al muy ilustre ayuntamiento de Sos del Rey Católico y a todos los vecinos de esta villa, su generosa colaboración, gracias a la cual ha sido posible la realización de La vaquilla”. Va por todos ellos.
Galería de fotocromos
Fotos © Valischka fotografía. Pincha en las imágenes para ampliar.
Notas
- Jesús Ruíz Mantilla. “Expediente Berlanga: tres películas que la censura le prohibió”. (9 de mayo de 2021).
- Luis M. González. “La vaquilla: Memoria histórica y humor carnavalesco” en Quaderns de Cine: Cine i memòria històrica, n.º 3 (2008). P. 73.
- Ibídem, p. 75.
- Información recogida por María Nogueras, investigadora de la Universidad de Zaragoza.
- “100 Años de Berlanga – Sos de Cine”.
- Cabe destacar, entre otras, las jornadas que el grupo de recreación histórica Primera Línea dedica a la Ruta Orwell (Alcubierre, Monegros) con un novedoso formato de visitas guiadas y teatralizadas que se ha dado en llamar en toda la geografía española “trinchera viviente”.
- Véase “¿Por qué es necesaria la memoria histórica?” (1 de noviembre de 2018) ().
- Discurso de Luis García-Berlanga durante el acto de recepción como académico de la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1989.
- “Fallece el guionista Rafael Azcona”.
- En este sentido, la recreación histórica al igual que otro tipo de expresiones de lo visual, como los “Documentary games” o juegos documentales, pueden convertirse en herramientas para abordar otras cuestiones más complejas y que van más allá de lo meramente lúdico [Ricard Manblona Agüera. (2012). Las nuevas subjetividades en el cine documental contemporáneo. Tesis doctoral en la Universidad Internacional de Catalunya. P. 94.
- Luis E. Parés. “Otra maldita película sobre la Guerra Civil (I)” (25 de septiembre de 2019).
- William I. Thomas and Dorothy S. Thomas. (1928). The child in America: Behavior problems and programs. New York: Knopf, pp. 571-572.
- Para nosotros como Sancho de Beurko el debate está claro, ya que nuestra apuesta es por una recreación histórica con rigor y seriedad, pero creemos que su aprovechamiento es algo más amplio de lo que el mundo académico, que aún la ningunea ampliamente, le reconoce; por ejemplo hemos leído recientemente a Darío Español (Grupo Argos, Universidad de Zaragoza) en un muy meritorio número de la revista Hermus –el primero dedicado a esta disciplina–, y coincidimos en lo de la praxis propia del método científico, en lo de su utilidad para socializar el conocimiento y en lo de ser una potente herramienta para investigar (arqueología experimental), pero nosotros creemos que la recreación también puede ser un potente catalizador de la memoria, claro que para eso hay que salir de la historia antigua y medieval, lo que apenas se hace [Darío Español Solana: “Recreación Histórica, pasado y patrimonio” en Heritage & Museography n.º 20 (2019), pp. 4-5].
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